Hay clientes que uno le piden un mueble especial, que aporte luz y encanto a su hogar, pero manteniéndose de manera prudente en un segundo plano. Y hay clientes como Hoyarrasa que parecen aprovechar cualquier oportunidad para que en su casa y en su vida suceda algo extraordinario. De modo que, cuando me encargaron una mesa, pensé que no tenía que hacer una exactamente una mesa, sino algo más: una especie de objeto extraño que pareciera que alguien había encontrado en un bosque mágico, y en el que uno pudiese sentarte a comer.
La mesa Orquídea acabó siendo una subestructura de nogal con tres patitas afiladas, como de insecto, que sostiene una pieza irregular de un mármol rosa espectacular, suave y carnoso, como una especie de pétalo petrificado gigante. La subestructura de nogal mantiene engastada la pieza de mármol como un anillo engasta un diamante, con unas garritas laterales. Les comenté que esas piecitas me parecían fundamentales en el diseño, pero podrían molestar un poco en un momento dado. A Lourdes y sus hijas no pareció importarles lo más mínimo.
La mesa Bali debía ser una isla de mayor altura, para sentarse en unos taburetes a tomar unos vinos, charlar o cenar algo de manera más informal. Es una evolución de la mesa Orquídea, pero esta vez realizada con una pieza de granito verde con un fondo negro azulado. Para ganar más altura la subestructura de nogal se adaptó y se le incorporó un tramo vertical, que parecía evocar vagamente las pagodas de los templos hindúes que había visitado en Indonesia en año anterior. La subestructura atraviesa el granito por un hueco central triangular pellizcándolo de adentro a afuera, de modo que las garras de nogal, al no estar en los bordes exteriores, podían prolongarse sin molestar hacia arriba, de manera más expresiva, como si el mueble buscase algún otro tipo de significado que ni yo mismo acababa de captar. ¿Por qué parecía que debía ser así? Vete a saber.
ASER LONGÁS